Las tortitieu tiones coloniales de Cuba

Roberto Seffre

En el siglo el tema de la arquitectura militar ha perdido vigencia tipològica. Las ultimas grandes fortificaciones — bastiones, murallas, fortalezas — pertenecen al siglo XIX, aunque prolongadas ineficazmente en nuestro siglo por lasciclópicasconstrucciones de las llneas Maginot y Sigfrido. Los modernos medios agresivos en poder del hombre han causado la desaparición de la arquitectura corno factor decisivo de protección. Es decir, hay una negación de la arquitectura en los invisibles y subterràneos albergues de los centenares de cohetes dispuestos a provocar el suicidio colectivo de la Humanidad. Frente a la bomba atòmica no hay defensa arquitectônica posible: la unica solución, volver al vientre de la tierra, refugiândose en la caverna primitiva, equipada hoy con todos los adelantos de la tècnica, donde unos pocos sobrevivirlan a la catàstrofe.

La arquitectura no participa en la guerra moderna, defìnida a partir de dos polos extremos: los cohetes intercontinentales o la lucha cuerpo a cuerpo en campo libre. El soldado puede parapetarse eventualmente detras de una construcción, pero esta no sera ya aquella realizada a tal fin, o sea la guerra Iimitada a las acciones obligadas alrededor de unos puntos preestablecidos, centras de décision de la acción bélica — ciudades, fortalezas y castillos — pertenece al pasado histórico.

Por elio, las fortificaciones militares constituyen hoy una experiencia arquitectônica que trasciende el marco tècnico o la lectura histórica del tipo compositivo, para asumir un valor — quizas no otorgado por los disenadores — plàstico, espacial, urbanistico y ambientai, y a la vez humano, al quedar definido un àmbito formai configurador del limite fisico dentro del cual se desarrolla la vida social: citemos los castillos medievales o las ciudades renacentistas. Hay perlodos de la historia de la cultura occidental en que la existencia del hombre frente a la naturaleza se hace visible por medio de la arquitectura militar, constituyendo una estructura geomètrica sumada o contrapuesta a las formas naturales. Una configuración proveniente de grandes masas cubicas — la necesidad de protegerse detras de la densidad de la materia — volümenes adosados e interpenetrados que manifiestan, ademas del guarecimiento, el deseo de redisenar, de racionalizar el ambiente fisico. Frente a la montana naturai — libre composición orgànica — aparece una segunda montana regular, neta en sus perfiles de piedras escuadradas, en sus juegos de luces y sombras. La persistencia del ideal de belleza implicita en las formas geométricas puras, fija la récurrente revalorización de estas gigantescas masas de piedra: el genio iluminista de Boullée las utiliza para representar la absoluta claridad de la razôn a escala de toda la comunidad en sus monumentales puertas y murallas urbanas; la 68

José del Rio. Plano del puerto y la ciudad de La Habana. 1798.

Fortificaciones de La Habana en el siglo XVIII.

1 — Castillo del Porro 2 — Castillo de La Punta 3 — Castillo de La Fiterza 4 — Fortaleza de San Carlos de la Cabana 5 — Fiterte No. 4

recomposición del volumen macizo — factor perdido y reeftcontrado en la arquitectura moderna — lleva a Louis Kahn al estudio detallado de castillos y fortalezas descubriendo en ellas las complejas leyes geométricas que rigen los compactos muras configuradores de espacios y volümenes, relegadas al olvido por el elementarismo contemporàneo.

La arquitectura militar suele estudiarse antes que arquitectônica, tècnicamente, partiendo de los principios establecidos por la ciencia militar: o sea, antes que obra de arquitectura, considerada obra de ingenierla y corno tal excluida en su mayor parte de las historias « clàsicas » de la arquitectura. Esta concepción es errònea, aün cuando numerosas fortificaciones a partir del Renacimiento sean disenadas prevalentemente por ingenieros, ya que las premisas técnicas — estrategia, balistica —

6 — Castillo de A tarés 7 — Castillo deI Principe 8 — Torreón de San Lózaro 9 — Murallas IO — Arsenal y Campo de Marte.

nunca determinan la cristalización desoluciones tipo debido a la existencia de otras variables; funcionales, materiales y ambientales. Sin duda alguna, el repertorio de formas no proviene de la aplicación de los órdenes clasicos ni de los factores tipicos definitorios de un « estilo », sino de una adherencia rigurosa a una funcionalidad sin concesiones dedocativas. Pero esa falta de decoración no es falta de forma, de volumen ni de espacio, ùnicos elementos, hoy para nosotros, representatives de una concepción arquitectônica.

Durante la Edad Media el repertorio formai de las fortificaciones queda circunscripto por los siguientes factores: la relación directa hombre-hombre — atacante-defensor — basada en el reducido alcance de las armas de la època, permite una Iibertad compositiva del muro protector; la presencia dominante del medio naturai caracterizado — cùspide rocosa de colinas y montanas — cuya topografia impone de por si la forma de la planta, o sea, una estructuración « orgànica » de la arquitectura; la necesidad del cierre o limite neto, la envoltura del espacio social interior fijando el caracter cerrado, unitario y volumètrico — la unidadcastillo — de las formas en desarrollo vertical.

En el Renacimiento, la relación hombrehombre es mediatizada por la presencia del canon. Las directrices lineales, diagonales

y parabólicas de las armas de fuego, establecen ahora la tipologia formal. La inexorabilidad de las leyes fisicas, geométricas y matemâticas impone una respuesta arquitectónica reductora de la libertad compositiva medieval a un sistema de formas reguläres. Bastiones trapezoidales, murallas poligonales o estrelladas, inscriptas en circulos o cuadrados, constituyen, a partir de las experiencias de Leonardo da Vinci, Filarete o Francesco di Giorgio, el repertorio defensivo del Renacimiento.

Esta regularidàd no es mero producto de la nueva estrategia militar: la idea de belleza implicita en los cuerpos geométricos reguläres, generadores de los sistemas compositivos, rigen, tanto el trazado de una pintura — la Divina Proporción — corno el trazado de una ciudad — las poligonales cerradas. La unidad-castillo pasa a ser la unidad-ciudad, base de la nueva estructura defensiva, cuya proyección urbanistica — aün conservando el caràcter de forma cerrada — se manifiesta en la repetición de las « islas » urbanas libres, contrapuestas a la célula feudal.

La perfectibilidad de los esquemas geométricos establece una repetición de « modelos » de fortificaciones, asumidos tècnicamente, pero al mismo tiempo impone la bùsqueda de una transformación, superando asi la cristalización del tratado.

Miguel Angel demuestra corno la base tècnica — cientificamente objetiva — del recorrido del proyectil no implica una confìguración arquitectónica obligada. Las fortificaciones de Florencia recuperan en su organicidad plàstica la presencia del hombre en movimiento a lo largo de los baluartes: el punto de partida no es solo el movimiento fijo parabòlico, sino la diabetica relación dinàmica entre las infinitas posiciones de los fuegos atacantes y los infinitos puntos defensivos desde los cuales se repele la agresión. Para Miguel Angel la dinàmica de la guerra, la apertura de las acciones estratégicas, cambiantes vez por vez, no pueden determinar una forma arquitectónica cerrada: las murallas de la ciudad no reciben una confìguración geomètrica y homogénea sino por el contrario, cada frente defensivo responde a una situación especifica, representada volumètrica y especialmente por la arquitectura.

La mayor complejidad y efectividad de las armas alcanzada durante el Barroco, conducen a formas elaboradas y proyectadas fuera de los limites del baluarte y de la muralla continua: la defensa implica también la ocupación del territorio rural con elementos retardatorios del enfrentamiento final. Vauban es el artefice de un sistema arquitectónico y urbanistico que equilibra la persistencia de la forma cerrada renacentista con la solución dinàmica de Miguel Angel. La pureza compositiva de las primeras fortalezas reducidas a formas geométricas simples, ha sido reemplazada por una sucesión escalonada de formas y espacios expresivos de la compleja geometria barroca. Practicamente, aqui, la arquitectura militar llega a su fin: cuando los medios agresivos y la movilidad de los ejércitos permita una acción a distancia y fuera de las plazas fuertes, los elaborados bastiones quedarân inutilizados, reducidos a mero grafismo visual — Palmanova — y vaciados para dar cabida a los flujos circulatorios de la ciudad en crecimiento — los « boulevards » de Paris o Viena.

Vista de la toma del Mon o de la Habana por los Ingleses en 1762. Grabado de Dominique Serrez.

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Las fortificaciones americanas no provienen de una simple proyección del proceso enunciado fuera de Europa, sino que a su vez determinai! un aporte originai al tema de la arquitectura militar. Esta originalidad coincide con la particularidad del fenòmeno originario: el descubrimiento y conquista de América por los espanoles en el siglo XVI, la apropiación de un continente poseedor de fabulosas riquezas, extraldas para beneficio de los Reyes de Espana, quienes consolidai! el gran imperio colonial y necesitan defenderlo de la acción agresiva de los restantes palses europeos, avidos de obtener una participación en tan fâcil riquezas.

Por medio del monopolio, Espana establece el control absoluto de las riquezas americanas, concentrando el intercambio entre América y la Peninsula en unos pocos puntos claves en los puertos del Caribe: San Juan de Puerto Rico, Santo Domingo, Portobelo, Cartagena de Indias, Veracruz y La Habana. Cada uno o dos anos, la dota espanda cruza el Atlàntico, los galeones recogen las riquezas acumuladas en las ciudades y vuelven a Espana. Pero el movimiento maritimo no serà arbitrario; el conocimiento de las corrientes marinas y lös vientos imponen un circuito fìjo: entrada por las Antillas Menores, salida hacia el Atlàntico Norte por el estrecho de la Florida. Fijado el circuito, Cuba asume un papel estratégico fundamental, por dos razones: el cierre de los pasos del Estrecho de Yucatan y la Florida, las óptimas condiciones naturales y de ubicación del puerto de La Habana, convertido en punto de concentración de la Flota, desde el cual se inicia el retorno a Espana.

Si bien las restantes naciones europeas — Inglaterra, Francia y Holanda — tratarân de apropiarse de los territorios espanoles por medio de las guerras tradicionales, recurrirân a otro sistema mas econòmico y elìdente, que marcarâ la tònica de las luchas en el mar Caribe: la pirateria.

Durante casi un siglo — desde mediados del XVI a fines del XVII — los nombres legendarios de Francis Drake, John Hawkins, Henry Morgan, Piet Hein, Jacques de Sores y otros, atemorizaràn puertos y flotas espanolas, blancos contili uos de feroces depredaciones. Resulta dificil imaginär que por un grupo de aventureros, Espana deba invertir cuantiosas sumas de dinero para construir la constelación de fortalezas americanas; pero la inversion era justificada si pensamos en la esporadicidad de los viajes de la flota que obligaban a fuertes concentraciones de riquezas en los puertos del Caribe. Un ataque a una ciudad o a una flota representaba un beneficio de varias decenas de millones de dólares: cuando en 1628 la escuadra de Piet Hein asalta frente a Cuba la flota espanola, se apropia de un tesoro que permite a la « Compania de las Indias Occidentales» otorgar a los accionistas un 70

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El Morrò de la Habana (1589-1630)

dividendo del 50%. En 1631, la flota dirigida por Tomàs de Larraspuru, consigue escapar de la persecución del pirata holandés Jool’s llevando en sus bodegas 80 millones de dólares.

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Jacques Nicolas Bellin, 1703-1772. (1762).

Asì corno la explotación de un continente es un hecho insòlito para el incipiente capitalismo de la època, también lo es su defensa; la creación de una estructura defensiva intercontinental iìja la nueva escala del problema. Espana, recién alcanzada la reunificación territorial en la nueva Reconquista contra los arabes, a pesar del desarrollo de una significativa arquitectura militar, no se hallaba en condiciones de resolverlo; los castillos levantados uno por uno en la defensa del territorio reconquistado palmo a palmo en esta guerra de siglos correspondian a las tradiciones constructivas y formales médiévales, sin nexo alguno con las nuevas técnicas guerreras. Por lo tanto Espana recurre a los especialistas en la materia para encarar las fortificaciones americanas. Una familia de arquitectos italianos, de apellido Antonelli, dirigirà por casi très generaciones las obras defensivas, imprimiéndoles una particularidad que las diferencia de la arquitectura militar espanola.

Hasta la llegada de Bautista Antonelli al Caribe (1586), las fortificaciones realizadas provenian de la respuesta inmediata de los colonizadores ante la acción agresiva de los piratas: ya en 1537 La Habana fué arrasada por un pirata francés y en 1555 Jacques de Sores incendia la ciudad y destruye la precaria fortaleza existente. Son obras realizadas con escasos recursos económicos y técnicos que representan la primera transposición en América de los principios defensivos renacentistas, en las cuales el cambio de los factores incidentes en la estrategia americana no alcanza aün a transformar la tipologia rigida enunciada por Francesco di Giorgio. El castillo de la Fuerza de La Habana, construido en 1558

por Bartolome Sanchez, pertenece a esta etapa, aunque desde el punto de vista constructivo, demuestra la presencia de una mano de obra experimentada en el uso de la piedra, poco usual en un periodo en que la arquitectura urbana era predominantemente de barro y paja. De planta cuadrada, simétrica biaxialmente, reproduce el modelo tradicional de cortina recta, con cuatro bastiones trapezoidales, circundados por un foso lobulado, formando una masa compacta de piedra, excavada en su interior por espacios abovedados que comprenden hasta el mismo bastion —se la considera la primera fortification en América donde aparece el caballero con su casamata interior — rodeando un pequeno patio interior. A pesar de su maciza solidez — 5,40 m. de espesor en las paredes de la cortina, de 5 a 11 m. de espesor en los baluartes — nunca desempenô un papel estratégico significativo en la defensa de La Habana. Una vez construidos los Castillos del Morro y la Punta, se levantô una nueva planta, para fungir de residencia de los Gobernadores de la Isla.

La diferencia entre las condicionantes europeas y las americanas radica en que generalmente en el primer caso los agresores provienen de la tierra, mientras en el segundo del mar. Las ciudades amuralladas y fortificadas italianas, ubicadas en las llanuras o en figeras prominencias permiten la aplicación de los esquemas simétricos, tanto de las fortalezas corno de las murallas, constituyendo el cierre homogéneo de una estructura defensiva unitaria.

Pero en América, la ciudad se encuentra a orillas del mar — es principalmente Puerto — o dentro de profundas bahias o ensenadas que permitan albergar las flotas y a la vez defenderlas: este obliga, mâs que a la fortification estrictamente urbana, el diseno de castillos o fortalezas en las bocas de las bahias, prolongando las defensas propias de la ciudad. En este sentido el castillo de la Fuerza fué concebido corno tipica fortaleza de encabezamiento urbano, unida a las murallas de la ciudad y presidiéndolas, colocado en el interior de la bahia de La Habana, sobre el terreno plano en el mismo nivel de la ciudad, sin tener en cuenta las alturas dominantes que circundan el casco urbano desde las cuales es posible reducirlo facilmente.

Las obras proyectadas y realizadas pòr Bautista Antonelli, continuadas luego de su regreso a Espana (1608) por el hijo, Juan Bautista y el sobrino Cristóbal de Roda, demuestran el rechazo de los esquemas formales aprioristicos. Durante la estadia en el Caribe, disena las fortificaciones de Cartagena, Santo Domingo, el Morro de Puerto Rico, el puerto de Veracruz y la isla de San Juan de Ulùa, el Castillo de Santiago de Araya en Venezuela, y las fortalezas del Morro y la Punta

El Mono de la Habana. Terrazas dégradantes en el promontorio de Piedra de La Bahia.

Photos Paolo Gasparini

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de La Habana. Aunque el Morrò de Santiago de Cuba es posterior a esta serie de fortificaciones, debemos reconocer cierta similación de los elementos aportados por Antonelli, quizas transmitidos por su hijo quien visitara dicha ciudad en 1639.

No es casual la coincidencia en Cuba de très de las mayores fortalezas de América Latina; el Morro de La Habana, el Morro de Santiago de Cuba y un siglo mas tarde, la fortaleza de San Carlos de la Cabana, a pesar de no poseer metales preciosos ni recursos económicos propios que permitieran financiar dichas construcciones, pagadas con el «situado » de México y las areas de la Corona. La forma longitudinal de la Isla, cerrando el arco de las Grandes Antillas y la existencia de puertos naturales utilizables por los galeones, permitla la création de una secuencia defensiva con el fin de mantener protegidas las rutas principales: el canal de la Florida, defendido a su vez el fuerte de San Agustin en la peninsula de la Florida, y el canal viejo de las Bahamas, ruta dominada por los espanoles a lo largo de la costa occidental, que comunicaba La Habana con Santo Domingo y Puerto Rico, controlada en sus puntos extremos por las fortalezas de Matanzas y Baracca.

Esta intensa actividad, desplegada en tan corto tiempo, expresa la imperiosa necesidad sentida por la Corona, de establecer el sistema defensivo del Caribe, otorgando a estas construcciones, la prioridad absoluta sobre las restantes, tanto en mano de obra corno en inversiones. De alll el violento contraste entre una arquitectura aün primitiva y rùstica en las ciudades, y la complejidad formai, tècnica y estructural de las construcciones militares: Io importante es protéger los tesoros antes que albergar a los hombres. La perfecta simetrla renacentista tiende a desaparecer ante la diversidad del medio geogràfico y de los ejes direccionales defensivos, impuestos por la doble solicitación de la protección terrestre y maritima. Cuando las condiciones lo permiten, subsiste la integridad de la forma continua cerrada, tensadas en prolongaciones asimétricas, de penetración hacia los puntos de mayor valor estratégico: tal es el caso del Castillo de San Salvador de la Punta en La Habana (1590) o del Castillo de Santiago de Araya en Cumanâ (1604). La idea de la compacidad maciza de la materia pétrea del Castillo de la Fuerza es substitulda por la protección originada en la conjunción de materia y forma; elio genera una mayor soltura planimètrica y altimétrica que reduce la forma a una cinta continua alrededor del patio abierto de amplias dimensiones.

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Al estudiar las defensas de La Habana, Antonelli verifica la escasa utilidad del castillo de la Fuerza y propone la construcción de dos fortalezas, cuyo fuego cruzado impida la entrada a la bahia, planteando ademâs su cierre con una cadena fiotante. El castillo de los Très Reyes del Morro comienza a construirse en 1589 y queda terminado en 1630. El arquitecto italiano no podia mantener aqul las poligonales reguläres, ni el desarrollo en un solo plano tipico de las fortalezas anteriores. La forma irregular del promontorio de piedra que cierra la bahia impone una poligonal quebrada y un sistema de terrazas dégradantes hacia el mar con el fin de crear las sucesivas cortinas de fuego defensivo, hasta ras de agua, culminante en la ültima bateria denominada « los doce Apóstoles ». Los muros de las terrazas se yerguen netos y precisos en su perfección geomètrica, resaltando los dos volûmenes principales sobre el piano horizontal del espejo de agua en un contrastante efecto de luces y sombras. La mole pétrea es un desafio al fragil maderamen de los barcos atacantes: no es un mimetizarse con la naturaleza, sino resaltar por la forma y el color — toda la construcción era ocre y bianca — un demostrar la propia existencia, incitando a la confrontación abierta y directa, seguro de la inexorabiIidad del resultado final.

Sin embargo, hacia tierra, defendiendo los posibles ataques de retaguardia, reaparecen los baluartes macizos, casi simétricos, defendidos por la secuencia de canones en su borde superior y las profundas trôneras perforadas en los flancos que defienden el acceso al castillo. El profundo foso seco—vacio de piedra convertida en construcción — establece un corte neto entre el pefion y el resto del territorio, no salvado ni siquiera por el acceso principal, marginado a un costado de los baluartes, reducido a la boca. exterior de un profundo pasadizo abovedado. Es el deseo de mantener las distancias, de convertirse en isla, reconstruyendo la naturaleza, levantando el muro limite del desfiladero sobre la roca viva, impidiendo al ojo observador descubrir el corte entre la obra de la naturaleza y la obra del hombre.

La posición del Morro, alejado de la ciudad, impone una escala diferente de las

precedentes edificaciones militares. Todas las funciones vitales de los soldados defensores deben consumirse en su interior, compensando la carencia del medio urbano: por lo tanto la plaza de Armas no constituye el tipico espacio abierto de maniobras, encontràndose ocupado por los bloques de varios pisos — cuarteles de la tropa, viviendas de los oficiales, vivienda del comandante, capilla — reproduciendo en el interior de la ciudadela el « efecto ciudad ». El patio queda asi convertido en callejones profundos de circulación proyectados radialmente hacia los bastiones y terrazas por medio de rampas y escaleras que establecen la estructura dinàmica asociada a la acción, al movimiento de los hombres actuantes en los diversos niveles defensivos para interrumpir el camino lineai de la flota agresora. Antonelli ha logrado insertar en esta obra dos tradiciones antagónicas formando un conjunto homogéneo : la integración orgànica con la Naturaleza de la herencia medieval y la abstracción geomètrica del racionalismo renacentista.

Al contar La Habana con las très importantes fortalezas, ademâs de las murallas que rodean la ciudad, se convierte en la primera plaza fuerte del Caribe, fuera de escala a las posibilidades agresivas de los piratas. La arquitectura militar asume el valor de simbolo de la ciudad: cuando Felipe li le concede el escudo en 1592, los très castillos aparecen sobre el fondo azul del golfo de México, conjuntamente con una Have, representación del comercio con el Nuevo Mundo. La Habana sera de ahora en adelante el punto clave del sistema defensivo del Caribe, nùcleo extremo del climax comercial colonial que la harâ acreedora de la denominación « Llave del Nuevo Mundo y antemural de las Indias Occidentales ».

Vista del patio interior, hacia el mar. Morro de Santiago de Cuba Ver el juego de los volùmenes de la construcción y las diagonales de las rampas y escalinatas de acceso.

Photo Luc Chessex

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EI Morro de Santiago de Cuba — castillo de San Pedro de la Roca — pasó por diversas etapas constructivas: comenzado en 1643, destruido en 1662 por un ataque inglés y por un terremoto en 1678, fue completado a comienzos del siglo XVIII.

Retoma conceptualmente diversos elementos del Morro de La Habana — la dualidad compositiva de los baluartes simétricos y los volûmenes libremente desgranados hacia el mar; la nitidez volumètrica de las terrazas, la acentuación de los valores cromâticos — esta vez es purpura —.

Mientras en La Habana la masa constructiva se desarrollaba sobre una plataforma horizontal, en Santiago la fortaleza comprende verticalmente ei desplome de ochenta metros existentes entre la plataforma superior y la superficie del mar. La büsqueda del declive y a la vez de los puntos estratégicos, que dominen sucesivamente la bahla, el mar abierto y el acceso de tierra, determina la pluridireccionalidad de los volûmenes cübicos macizos contrapuestos alternativamente a las directrices diagonales de rampas y escaleras de acceso.

El concepto del limite, de la forma perimetral cerrada, autònoma dentro de si misma ha desaparecido: inclusive no existe un corte radical entre espacios exteriores e interiores, entre el puro marco de espacio a cielo abierto y la cavernaria bóveda, artificial o excavada en la roca viva, porque el descenso hacia las sucesivas terrazas se produce en una continuidad vertical de escalinatas creadoras de sub-taludes y subplataformas u horadando la piedra en profundos tuneles cubiertos. La plaza de Armas se ha desintegrado en dos espacios sucesivos, enmarcados por las altas paredes verticales de la construcciôn. que encuadran las visuales hacia el paisaje circundante. Los locales funcionales — dormitorios, salas de armas, capitania, depósitos — constituyen la imagen negativa, el vado de los volûmenes principales: las profundas bôvedas recuerdan los primitivos refugios del hombre, el espacio concebido corno la no-materia; es la extracciôn de la roca que prima sobre la construcciôn en las mazmorras y casamatas adyacentes a las plataformas inferiores cercanas al mar.

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Quien proyectô esta fortaleza no partiô sectorialmente de una respuesta obligada a los problemas planteados por la estrategia militar: tuvo en cuenta la escala monumental del paisaje — unico presente, por hallarse la ciudad a cinco millas de distancia — integrando la fortifìcación en él: a la plana superficie de la meseta de acceso suma casi a ras de suelo la elaborada geometria de los baluartes, las garitas, el föso — esta vez simbòlico — y la timida acentuación decorativa de la puerta de acceso. A la violenta contraposición de los elementos dominantes — la superfìcie horizontal del mar y el perfil escarpado de la Sierra Maestra — contrapone las verticales y netas murallas de piedra, repitiendo en una resonancia de eco, con una voz humana, la proyección majestuosa de la montana.

El Morro de Santiago de Cuba Las Distintas plataformas: 80 metros entre la plataforma superior y la superficie ciel mar

Boveda cavernaria-artificial excavada en la piedra viva Photos Paolo Gasparini

La forma de la fortaleza cambia constantemente segün la dirección de las visuales, asi corno el fuego de los canones podîa cubrir las infinitas diagonales, alcanzando el bianco : desde el mar resalta la volumetria pura, amenazadora en el ritmo escandido de su limite superior producido por las trôneras, hendiduras profundas en la masa de piedra; desde tierra desaparece el volumen convertido en perfil, simple grafismo geomètrico, regularizador de la sinuosa curva del declive natural. Queda asi lograda la impenetrabilidad de la bahia de Santiago de Cuba, ante la presencia del Morro, reforzada por las fortifìcaciones secundarias — los fuertos de la Estrella y de Santa Catalina — que prolongan su acción defensiva al interior de la bahia.

Las fortifìcaciones de La Habana, levantadas en el siglo XVII, demostraron su eficacia frente a los ataques piratas, pero sucumbieron ante el sitio de un ejército enemigo convencional. En 1762 Espana entra en la Guerra de los Siete Anos, existente entre Francia e Inglaterra. En vez de mantener la guerra en el continente europeo, conociendo Inglaterra la importancia estratégica de La Habana y suponiendo la posibilidad de una mayor penetración econòmica en el Caribe, envia una poderosa flota al mando de Sir George Pockoc y el Conde de Albemarle, compuesta por 200 navios, 8000 marinos y 12 000 soldados; la fuerza militar màs poderosa reunida en el Nuevo Mundo para una operación bélica. Luego de 44 dlas de asedio al castillo del Morro y a la ciudad, por mar y tierra, logran veneer las defensas, al haber ocupado una altura desde la cual se dominaba el Morro y la ciudad.

Al recuperar La Habana, los espanoles deciden modernizar y ampliar las fortificaciones para hacerlas eficientes, no ya a escala de los piratas, sino de los posibles ejércitos invasores. La solución adoptada conserva el concepto de los puntos militares obligados, de la roca-fuerte defendida

pasivamente, caduca ya a breve plazo en el arte militar. El estatismo intelectual de Espana no permite mâs que el apego a lo reconocido por la tradición, sin asimilar la experiencia dinàmica que habia permitido tantos éxitos en las acciones piratescas del Caribe. Las nuevas moles de piedra imponen gigantescas inversiones, demostrativas del significado econòmico que aûn poseian las colonias para Espana y en particular Cuba: al gastar 60 millones de dólares para construir la fotaleza de la Cabana — tanto corno el botin obtenido por los ingleses al tornar La Habana — quizâs no vislumbraban el cercano ocaso del imperio colonial.

Vista aerea del patio inferior Phtridireccional de los volumenes ciibicos y directrices diagonales de rampas

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Castillo de La Fuerza, La Habana (1558) Photo Paolo Gasparini y Segre

El Morro de Santiago de Cuba ► Vista desde una Plataforma inferior Photo Paolo Gasparini

Estas construcciones militares cumplen fundamentalmente con el objetivo de defender la ciudad de ataques por tierra, ocupando los puntos estratégicos de las alturas adyacentes a la misma: continuando el penon fortificado del Morro, la fortaleza de San Carlos de la Cabana levanta una barrera vertical de 700 metros de Iongitud en la costa oriental de la bahia, sobre una prominencia que domina la ciudad y la costa por encima del Morro; al fondo de la bahia queda ubicado el castillo de Atarés y en la zona occidental el castillo del Principe. Las innovaciones aportadas por los técnicos franceses substituyen la tradición de los constructores italianos. Las fortificaciones responden pienamente a los enunciados de Vauban, en especial al castillo de la Cabana, construido entre los anos 1763 y 1774, proyectado por el ingeniero M. de Valliére y dirigido por el ingeniero Silvestre Abarca. Mientras los 76

restantes castillos, al estar separados de la ciudad, mantienen un perimetro cerrado homogéneo, éste queda volcado hacia una sola cara, separado de la bahia por un simple muro limitrofe; podriamosdecirque forma un fragmenta longitudinal de fortificación, en el cual aparecen todos los atributos tipicos: la poligonal intensamente fragmentada del muro de escarpa, los dobles bastiones principales, los bastiones sueltos y los revellines de protección exterior, distanciados por medio del taso de los baluartes principales. El perfeccionamiento de la tècnica militar complejiza la estructura interior, debido también a la diversificación de las funciones y al aumento considerable de la población defensiva. En realidad, a pesar del caracter arquitectonicamente mas elaborado de estas fortificaciones, el vuelo formai alcanzado por las predecesoras no puede repetirse: las especificaciones europeas son

asumidas con un limite de libertad menor que no llega a alterar la composición prefìjada por los manuales.

La Habana, convertida en la plaza fuerte mas importante de América Latina no volverà a utilizar sus flamantes defensas. Desmoronadas las posesiones continentales de Espana, el periti amenazador de aquella muralla proyectarâ su sombra sobre la ciudad : a partir del siglo XIX, tal corno ocurre en los paises de Europa, las fortificaciones asumiran el papel de protectoras del poder politico contra los movimientos revolucionarios internos; creando un cinturón represivó alrededor de la ciudad. El proceso histórico invierte asi una función arquitectónica; pero en ella la arquitectura déjà de poseer vigencia: la câscara es ahora mudo testigo del acontecer humano.

Roberto Segre

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